En estos lienzos, los Boteritos plasman sus aventuras acrobáticas, todo ese microuniverso que ellos han construido a partir de su viaje por este mundo, sus anécdotas y cómo perciben la vida en la tierra, donde la alegría es su alimento y el amor es la fuerza vital en cada uno de sus trazos, que hoy inundan la Sala Borges de color y vida.
“Cuando un niño especial llega al mundo hay un gran silencio que gracias a él se transforma en canto y alegría, pues es el nacimiento de un ser capaz de llenarnos de amor, artistas que nos tocan en lo más profundo del corazón y que construyen nuevas realidades. Estos artistas han caminado por la cuerda floja de la indiferencia y el rechazo, pero gracias a sus maromas y a sus ocurrencias han ido conquistando el corazón del universo, creando un mundo mágico, un circo único y especial: El Boteritos Circus y sus muchachos especiales”, indicó Luz Marina Gamboa, coordinadora de la Sala Borges.
“Es importante el contacto con el arte porque estos jóvenes y adultos con discapacidad desarrollan y fortalecen sus procesos cognitivos, sociales, motrices, mejoran su desarrollo mental, físico, su autoestima aumenta en la medida que su trabajo artístico es reconocido”, concluyó la funcionaria.
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