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viernes, 2 de junio de 2023

​ Síntomas de depresión y estrés: el sufrimiento oculto de la fauna silvestre en cautiverio ​

 

Según el Centro de Atención y Valoración de Fauna Silvestre del Área Metropolitana del Valle de Aburrá, al menos, en el último año, 3.429 animales han ingresado al centro de atención, producto del tráfico ilegal de fauna silvestre, tras ser apartados de sus hábitats naturales y obligados a vivir en cautiverio en el Valle de Aburrá.

La mayoría de los individuos llegan con comportamientos inusuales a causa de la depresión y estrés, como gritos, vocalizaciones incontroladas, desórdenes alimenticios, automutilación, varias enfermedades físicas, fisiológicas y metabólicas, que comprometen su bienestar y, en ciertos casos, les causan la muerte.

De manera particular, la fauna silvestre víctima del tráfico ilegal es transportada en cajas de cartón, en recipientes plásticos, en tulas de tela o, incluso, camuflada en las llantas de repuesto de los automóviles, para luego ser comercializada como animales de compañía, consumo humano, rituales, medicamentos o para elaborar subproductos como artículos de belleza.

Se estima que 9 de cada 10 animales víctimas del tráfico ilegal fallecen antes de llegar a los centros urbanos por varias causas, como la ausencia de oxígeno por hacinamiento y/o maltrato. Este hecho, trae consecuencias degradantes para los ecosistemas y la preservación de las especies. 

El mono tití piel roja o tití cabeza de algodón, por ejemplo, que pertenece a la especie 𝑺𝒂𝒈𝒖𝒊𝒏𝒖𝒔 𝒐𝒆𝒅𝒊𝒑𝒖𝒔, es una de las diez especies endémicas de Colombia y se encuentra clasificada en peligro crítico de extinción debido a una posible reducción del 80% de su población en los próximos 18 años (2018-2036). Esta disminución se debe su explotación y comercialización y a la pérdida de bosques en todo el rango de distribución de la especie, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN,2021 )​.

Estos pequeños primates, para subsistir, necesitan estar con otros miembros de su especie, moverse en grupos familiares, desplazarse en amplios espacios, alimentarse de frutas, semillas y flores.

Cuando son víctimas del cautiverio, y al ser separados de su nicho ecológico y de su tropa, presentan conductas agresivas, se muerden la cola, se hacen daño en sus extremidades, les da ansiedad, somnolencia, entre otros. Además, se ocasiona un gran daño ecológico que, a su vez, representa un gran desafío, pues su proceso de rehabilitación puede tardar mínimo seis meses y el proceso de liberación puede tomar un mes más, dado a que se necesita armar un nuevo un grupo familiar específico o tropa que los acepten e integren, para que vuelva a tener sus comportamientos naturales como lo haría en el medio silvestre.

Las secuelas de la tenencia ilegal también se presentan en las aves silvestres, como el búho currucutú, la cotorra, la guacamaya y el turpial que, al estar hacinados en pequeñas jaulas, alimentarlas con pan, galletas, algunas frutas y por falta de interacción con su entorno natural y con los amplios espacios para volar en medio del verde de los árboles, se estresan. Como muestra de ello, se arrancan las plumas, gritan en exceso, dejan de comer y se lastiman las alas al intentar volar en un sitio reducido.  

Las aves rapaces nocturnas, como el búho currucutú (Megascops choliba), cuyo nombre común hace referencia al sonido que hace, pueden manifestar el estrés durante el encierro a través de estereotipias, es decir, movimientos repetitivos como caminar en círculos. Además, enferman metabólicamente: sus plumas cambian de color, se les caen, pierden su calidad y rigidez. Por si fuera poco, no se pueden reproducir porque necesitan individuos de la misma especie, en las condiciones aptas de sus ecosistemas naturales para poder interactuar, lo que pone en riesgo su conservación.

Los animales silvestres cumplen una función ecosistémica muy importante para el planeta y el equilibrio ecológico al ser dispersores de semillas, polinizadores y al ayudar al control de plagas y enfermedades.

Según el Sistema de Información sobre Biodiversidad (SiB, 2022), con 67.000 especies registradas de fauna y flora, Colombia ocupa el tercer lugar a nivel mundial entre los países con mayor biodiversidad, esto representa que por cada 10 especies que hay en el planeta, una habita en el territorio colombiano.

Por su parte, con 20.309 especies, Antioquia ocupa el primer puesto entre los departamentos con mayor número de registros. En cuanto a la fauna del territorio metropolitano, en el Valle de Aburrá tenemos 521 aves, 44 reptiles y anfibios y 100 mamíferos.

Esto quiere decir que el compromiso por preservar y cuidar la biodiversidad es cada vez mayor y, por ende, el Área Metropolitana del Valle de Aburrá suma esfuerzos para combatir el tráfico y la tenencia ilegal de la fauna silvestre, por medio de operativos de control en compañía de la Policía y Fiscalía, campañas de educación y comunicación dirigida a la ciudadanía y otras acciones para evitar este hecho.

Es momento de reforzar nuestra consciencia ambiental y entender que la casa de la fauna silvestre es la libertad. Todo ser vivo merece respeto y es responsabilidad de los seres humanos velar por la protección de la biodiversidad y sus servicios ecosistémicos para el equilibrio del planeta.​ ​

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