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miércoles, 15 de junio de 2016

Las ciudades de América Latina: desiguales, peligrosas y frágiles. Pero esto puede cambiar

A woman sits on a terrace at Tiki hostel in Cantagalo favela, in Rio de Janeiro, Brazi

Image: REUTERS/Pilar Olivares

Escrito por

Ilona Szabó de CarvalhoExecutive-director , Igarapé Institute

Robert MuggahResearch Director, Igarapé Institute

América Latina es una de las regiones más urbanizadas del planeta. Tres de sus mega-ciudades están entre las mayores del mundo – Buenos Aires, Ciudad de México y São Paulo. Metrópolis crecientes como Bogotá, Lima y Rio de Janeiro no se quedan muy atrás. Estas ciudades son complejas, competitivas y dinámicas. Muchas ciudades latinoamericanas también sufren de lo que algunos estudiosos llaman “periferización” – son fragmentadas, segregadas y elitistas – o sea, son frágiles.

La mayor parte de la urbanización en América Latina tiene lugar entre bastidores. Además de las ciudades masivas y conurbanizaciones por toda la costa atlántica y pacífica de América Latina, hay otras 310 ciudades con poblaciones con 250.000 personas y otras 16.000 ciudades menores. Actualmente, el 82% de la población reside en ciudades. Aproximadamente el 93% de los venezolanos, el 92.5% de los argentinos y uruguayos, el 90.6% de los brasileños y el 89.3% de los chilenos viven en ciudades.

El cambio a la ciudad tuvo lugar a una velocidad asombrosa. En 1950 había 69 millones de personas viviendo en ciudades y en 2025 se espera que este número llegue a 575 millones. El centro de la gravedad económica también se ha trasladado a las ciudades, con al menos dos tercios del PBI de la regiónproveniente de servicios e industria en áreas urbanas.

El lado más oscuro de la urbanización

Aunque a la élite le ha ido bien en la revolución urbana latinoamericana, los pobres aún luchan por el acceso a los servicios básicos, incluyendo seguridad, transporte público, agua y saneamiento. Las ciudades latinoamericanas son las más desiguales del planeta: aproximadamente 111 millones de los 588 millones de habitantes viven en barrios pobres.

Es más, en 2015, 46 de las 50 ciudades con más homicidios en el mundo se encontraban en la región. Las ciudades de El Salvador, Honduras, México y Guatemala están en la cima de los rankings. Pero Brasil tiene 32 ciudades en la lista, la mayoría agrupadas en el norte y en el este del país. Hay fuertes indicios de que la violencia letal seguirá aumentando en ciudades de América Latina en comparación con casi cualquier otra región del mundo. No sorprende que la mayoría de los habitantes urbanos señala que la inseguridad es la prioridad más importante, independientemente de su posición socioeconómica.

Muchas ciudades latinoamericanas sufren de una gama de riesgos que contribuyen con la fragilidad. Las más susceptibles no son necesariamente las ciudades grandes, sino las que crecen con más rapidez. Según demuestra una nueva visualización de datos sobre ciudades frágiles, Buenos Aires, Ciudad de México y São Paulo tienen tasas de crimen violento por debajo del promedio nacional. Sin embargo, estas ciudades que crecen más de 4% por año – al igual que San Pedro Sula (Honduras), Lagunillas (Venezuela), Villavicencio (Colombia), Santa Cruz (Bolivia) y Ciudad del Este (Paraguay) – tienden a tener tasas de homicidio desproporcionalmente más altas.

Otro factor que aumenta el riesgo de la fragilidad urbana es el desempleo juvenil y, específicamente, la desigualdad. Por ejemplo, ciudades como San Juan, Santo Domingo, Salvador y Puerto Príncipe tienen tasas de desempleo que incluyen desde el 14,6% hasta el 49% de la población. Hay una evidencia considerable que cuanto más desigual es el ambiente, más altas son las tasas de violencia. Las ciudades latinoamericanas están entre las más desiguales del mundo, y la región tiene 10 de los 15 países más desiguales del planeta.

Aunque la desigualdad ha caído en la región, el progreso está estancado. Recientemente el Banco Mundial y SEDLAC detectaron reveses en la desigualdad en algunas partes del Triángulo Norte de América Central y la región Andina, específicamente en ciudades donde el crimen y la violencia están al alza.

La inversión dirigida a reducir la violencia es fundamental para ponerle fin a la fragilidad.

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