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lunes, 7 de octubre de 2019

El valor de recuperar jóvenes para el futuro


Vivir con miedo y zozobra. Un frío permanente de la muerte que golpeaba a la puerta y retumbaba en la cabeza. Las calles de Belén Rincón, comuna 16, se estremecían en una cadena continua de disparos, amenazas, droga y terror. Un panorama oscuro al que Jerson Ospina Marín le dio entrada, pero también salida.
Él recuerda muy bien como a los nueve años probó por primera vez la droga. Era un niño que pocas veces había traspasado las calles de su barrio, en el suroccidente de Medellín. No conocía más allá de los límites que le daban unas pocas cuadras que se lo fueron devorando hacia la delincuencia.
A los 11 años asesinaron a su padre y explotó la rebeldía malsana. Enceguecido por la rabia y el poder sucumbió en las drogas y se vinculó a los “combos” que ya le hablaban al oído. Era el único hombre de tres hermanos. Las dos mujeres y él quedaron a cargo de Diana Marín, su madre. Una mujer que no pudo frenar el ímpetu desafiante del adolescente que sentía que era respetado por tener un arma. “Era un mundo de oscuridad”, recordó Jerson.
Ni el valor que le daba empuñar esa arma ni el consumo de alucinógenos le quitaban el miedo de que acabaran con su vida. No se arrepiente de aquellos años, porque sabe que fue su decisión. Más bien retoma esos momentos y saca aprendizajes valiosos para enfrentar el futuro. Una vida que recuperó en la legalidad.
“Mientras estaba ahí me sentía reconocido. No me importaba nada ni lo que me pasara. Ahora que lo veo hacia atrás sí me da decepción de tantas oportunidades que dejé pasar. Pensaba que lo tenía todo y en realidad no tenía nada”, narró el joven.
Más de cuatro años vinculado a una de las estructuras delincuenciales que hacen presencia en Belén Rincón lo llevaron en 2017 a la cárcel. No sabe si fue un premio o un castigo. Recompensa por no morir en esa lucha de control que ejercieron esos mal llamados “jefes” que lo utilizaron.  Y castigo por el terror que sembró entre algunos vecinos, quienes conocían de sus andanzas.
Jerson volteó la página. Cayó recluido en el Centro de Atención al Joven Carlos Lleras Restrepo, “La Pola”. Un lugar en el que afrontó sus demonios y entendió que su vida se estaba consumiendo en un camino sin salida. Dos años de encierro apaciguaron su rabia contenida y posibilitaron que brotara la esperanza.

La idea es que Parceros perdure en el tiempo como un compromiso de la Administración Municipal con los jóvenes de zonas vulnerables. Ya más de 1.000 personas hacen parte de esta estrategia.

Parceros, una oportunidad
El valor de recuperar jóvenes para el futuro
Jerson es uno de los 284 jóvenes quienes se graduaron en la primera cohorte de un programa que capacita en habilidades para la vida y desarrollo profesional a personas en estado de vulnerabilidad. Solo hasta febrero de 2019 quedó libre después de purgar dos años detención. Hoy, con 20 años, es uno de los alumnos aplicados de la estrategia de la Alcaldía de Medellín, que lidera la Secretaría de Seguridad y Convivencia, junto con la Secretaría de Juventud.
Ahora él, Diana, su madre, y una de sus hermanas mayores, trabajan mancomunadamente por salir adelante. Emprendieron un negocio de confección en donde aplican todos los conocimientos y aprendizajes que le entregaron los tutores en Parceros. El liderazgo y la determinación que tuvo en su pasado se canalizaron gracias a las clases que recibió cada 15 días en el proceso de formación. La educación lo condujo por el lado bueno.
“La empresa la estamos terminando de conformar desde hace seis meses. Mi mamá siempre trabajó en confección y yo propuse eso dentro de la finalización en Parceros. Tenemos unas máquinas y en los próximos días, gracias al apoyo, llegarán más. Tercerizamos en la fabricación de prendas”, contó entusiasmado.
Así mismo, retomó sus estudios. En “La Pola” hizo sexto de bachillerato. Ya en libertad es uno de los más de 7.700 jóvenes, que de acuerdo con la Secretaría de Educación fue escolarizado nuevamente, gracias al programa En el colegio contamos con vos. Hoy estudia el octavo y noveno de la secundaria y espera seguir formándose en alguna técnica o tecnología relacionada con su proyecto familiar.
Ese encierro mental y de fronteras que alguna vez vivió se selló para siempre. Mediante a Parceros conoció el estadio Atanasio Girardot y vio jugar a su equipo, el Independiente Medellín. Junto con otros amigos de estudio compartieron entre risas y chanzas el clásico frente a Atlético Nacional. “Una experiencia inigualable, en lugares que yo no conocía de la ciudad”, agregó.
Con un hablar pausado, de pocas palabras, pero preciso en las ideas, Jerson contó que vive junto con su madre y dos hermanas lejos de aquel barrio que dejó atrás. Ahora siente que sí nació para semilla, una idea contraria que en algún momento lo atrapó en las redes y le hizo sentir en su cuerpo el escozor de la violencia y la muerte. 
Educar para la vida
El destino de Carmenza Henao Tisnes está inscrito en el Grupo Bancolombia, allí se desempeña como Vicepresidenta Corporativa de Auditoría. Pero, a su vez, es integrante del voluntariado de la fundación solidaria que tiene el banco, en el que propenden con acciones trabajar en pro de la comunidad. Una idea diferente de la naturaleza financiera que tiene esta institución.
La vida de Carmen y Jerson se cruzaron en Parceros. Ella fue una de las encargadas de dictar varias charlas en formación de habilidades para la vida. Un complemento al trabajo que hacen sicólogos, sociólogos y otros profesionales que lideran y buscan a los jóvenes en situación de riesgo puerta a puerta en los barrios vulnerables de la ciudad.
“Estos muchachos muchas veces no tienen conciencia del futuro. Ellos realmente creen que no nacieron para semilla, que no van a conocer la cédula y que se van a morir pronto. Piensan que hay que hacer cualquier cosa porque la vida para ellos es corta”, describió la coach.
Progresivamente fueron desnaturalizando comportamientos agresivos, canalizaron el liderazgo que ejerce cada uno de esos jóvenes dentro del barrio y les enseñaron que ellos son los dueños de sus vidas. Así mismo, orientaron el trabajo en equipo y marcaron la pauta con herramientas básicas para gerenciar y desarrollar iniciativas de emprendimiento. Toda esa escuela formativa pesó más que aquella seducción por la ilegalidad.
“Hemos visto resultados muy positivos. Tanto el banco como la Fundación Bancolombia estamos convencidos que es ahí donde hay que invertir y hacer el mayor esfuerzo. Es donde podemos hacerlo de manera preventiva y estructural. Y lo mejor, que es donde impactamos la vida y el ser, que después complementan con el saber y el hacer”, agregó Carmen.
Antes de finalizar 2019, se espera que 1.080 jóvenes hagan parte de la escuela de formación de Parceros. En estos momentos se avanza con nuevas cohortes con orientación en manejo de problemas y conflictos, relaciones interpersonales, toma de decisiones, empatía, autoconocimiento, manejo de las emociones, tensiones y estrés.
De igual forma, a la par con este proceso avanza en el Concejo de Medellín la consolidación de un acuerdo municipal para la institucionalización de Parceros como una estrategia perdurable en el tiempo. Los corporados tienen prelación en este proyecto que quedaría establecido para el futuro como una posibilidad abierta para la ciudad.
Una herencia que quedó atrás
El valor de recuperar jóvenes para el futuro
Entre 1983 y 1994, más de 46.000 personas murieron en la guerra indiscriminada del llamado Cartel de Medellín por el narcotráfico y contra el Estado. “Esa herencia maldita de la violencia”, como la ha denominado Federico Gutiérrez Zuluaga, alcalde de la ciudad, cobró entre 2016 y 2018 la vida de 870 jóvenes entre los 10 y 28 años, una estela de sangre que en la actualidad todavía tiene sus coletazos.
“Arrebatarle los niños y jóvenes es el golpe más duro que le hemos dado a la criminalidad. Un niño que no está en el sistema escolar es una tragedia para la sociedad”, comentó el Alcalde de Medellín, quien destacó que desde 2016 y a la fecha se han capturado más de 150 cabecilla de estructuras criminales y otros 3.700 integrantes de estos grupos.
Para cortar ese legado sangriento y la repetición con diferentes personajes, la actual Administración Municipal desarrolló la estrategia Medellín abraza su historia, un proceso de resiliencia para acabar con el fantasma de aquellos que causaron tanto daño.
A través de diferentes homenajes se está reconstruyendo el pasado nefasto que vivió la ciudad en la década de los 80 y 90, pero desde la voz de las víctimas. Una de las actividades que se instauraron fue el Tour de la Memoria, en el que se conmemoran en sitios públicos eventos luctuosos perpetrados por la mafia.
Así mismo, se avanza en la construcción de la Cátedra de la Memoria, un ejercicio educativo para que esos años aciagos sean conocidos por niños y adolescentes en los salones de clase.
No a la repetición
“La educación es el instrumento primordial de la reconciliación”. Así define Luz Gabriela Gómez Restrepo, de la Fundación Gandhi, todo el proceso de resiliencia que viene adelantando Medellín. Es consciente que no hay una paz perfecta, pero que sí trae por ende, la resolución de conflictos, inequidad y la costumbre de solucionar todo en el “ojo por ojo”.
Pero, ¿qué se puede hacer para desnaturalizar ese pasado violento, a través de la educación?
“Uno desnaturaliza ese legado de violencia por la casa. La casa es el escenario particularmente importante. Es difícil salir a la calle a comportarnos de manera pacífica y paciente, si no nos entrenamos en el hogar”, comentó la experta en temas de convivencia.
Así como le sucedió a Jerson y otros 3.000 jóvenes, que de acuerdo con las autoridades de Medellín están siendo instrumentalizados por las organizaciones delincuenciales, se debe priorizar que lo más importante es la vida, que no hay otra y que todos jugamos un papel importante en los contextos que habitamos.
“La vida es sagrada. Si cada ser humano sabe que es absolutamente insustituible e irremplazable empezamos a cuidarnos. Los muchachos piensan que son desechables y por eso es capaz de asumir cualquier riesgo. Lo que tenemos para decirle desde la No violencia es que cuide hermosamente esa vida que no tiene reemplazo, que se forme para que más bien pase de semilla a árbol florido”, agregó Luz Gabriela.
Por: José Fernando Serna Osorio

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