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miércoles, 13 de abril de 2016

“La calle es un engaño, un hueco profundo que te puede arrastrar”: Gustavo Minota, habitante de calle

Gustavo es beneficiario de la granja productiva Somos Gente en la que se atiende a 50 habitantes de calle. La granja es un escenario didáctico de resocialización en donde interactúan con la naturaleza. Allí se busca fortalecer las potencialidades para mejorar la autoestima.

Gustavo Adolfo Minota hace parte del grupo que inició un proceso de resocialización en la granja productiva Somos Gente, ubicada en el corregimiento San Cristóbal.

“Habité durante 20 años en el sector del puente de Guayaquil. No fueron tiempos fáciles. Llegué a la calle a los 9 años, después de tener que soportar por mucho tiempo los maltratos de mi mamá. Desde ese momento afronté lo que jamás le desearía a un ser humano”, cuenta Gustavo Adolfo Minota “coquito”.

Nació en Medellín hace 29 años y como muchas personas en condición de pobreza extrema enfrentó una niñez difícil, con privaciones y cuadros de violencia en su hogar. Es el menor de 8 hermanos, todos ellos en situación de calle, y desde que abandonó su casa aprendió a sobrevivir haciéndole el quite a la muerte, al mismo tiempo que se sumergía en las drogas, el sacol, la violencia y los combos.

La rudeza de la calle le enseñó trucos o “marañas”, como dice Gustavo, para delinquir. Era la ley de la selva, y creía que solo perteneciendo a un combo podía encontrar la protección que una familia le podía brindar.

El problema es que allí tenía que probar, abandonando la conciencia y la sensatez, que estaba dispuesto a hacer todo lo que fuera necesario para que le permitieran seguir siendo parte de ese grupo.

“Le perdí el sentido a la vida, la calle es un infierno inexplicable que solo el que lo vive lo entiende. Si no eres parte de un combo, te jodes. Nos drogábamos juntos, comíamos juntos, dormíamos juntos… y otras cosas más de las que no vale la pena hablar”, señala Gustavo. A medida que pasaba el tiempo, la calle se tornaba cada vez más complicada. Él fue testigo de asesinatos y disputas por zonas de venta de drogas, situaciones que comenzaron a hacer mella en su conciencia.

Al pasar de los años y después de experimentar infinidad de hechos de violencia, discriminación y maltrato, Gustavo conoció a Katerine Marcela con quien tuvo un hijo. La conquistó mientras vendía estampitas religiosas en la Avenida Oriental e inició una relación con ella que le permitió ver otras facetas de la vida. En ese momento, ya con familia, comenzó el temor por la muerte.

De manera casual, hace algunos años, “coquito” conoció la Casa Acogida. En ese momento se inquietó por lo que ahí sucedía, y con otra mentalidad empezó a cuestionar su vida, su situación y su futuro.

“La calle yo la viví desde el fondo-fondo, conocí a muchos que nunca superaron esta condición, no es posible que se pueda caer más bajo. Para levantarse se necesita mucha voluntad, pero sobretodo se necesita ayuda, es imposible que lo puedas hacer solo. La calle es engaño, un hueco profundo que te puede arrastrar”, dice Gustavo.

Hoy día, él hace parte de los 50 habitantes de calle que comenzaron su proceso de resocialización en la granja productiva Somos Gente, ubicada en el corregimiento San Cristóbal, en el occidente de la ciudad. En este espacio campestre recibe atención psicológica y capacitación para el trabajo. También es nivelado académicamente y cuenta con amplias jornadas de capacitación agropecuaria y manejo de especies menores de animales y alimentos.

 “Esto es una bendición de Dios, creo que se lo pedí muchas veces. Siento que de a poquito estoy aprendiendo a ser mejor persona y a cumplir con mis responsabilidades. Acá nos enseñan de todo, a veces es difícil porque tienes un pasado, pero por mí y por mi hijo no voy a perder esta oportunidad”, afirma Gustavo.

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